Para todos los que me conocéis personalmente desde hace tiempo no os sorprenderá pero aun así os aseguro que es mucho más de lo que pensáis.
Hace 10 años, estaba cursando 2º de Bachillerato, era una chica bastante corriente, centrada en sus estudios y sin muchos hobbies especiales. Era sedentaria, incluso podría decir que odiaba con todas mis fuerzas el deporte, no me motivaba nada. En cuanto a la alimentación no puedo decir que comiera mal, puesto que en mi casa había buenos hábitos, además siempre me ha gustado probar nuevas comidas y las frutas y las verduras formaban parte de mi rutina alimenticia, aunque es cierto que tenía muchos hábitos que cambiar:
– Mi desayuno era leche con colacao y cereales Special K con chocolate o galletas María.
– A media mañana tomaba un bocadillo con fiambre de pavo y un zumo.
– Por la tarde un yogur 0’0.
– Las cenas eran minibocadillo de fiambre, paninis precocinados, croquetas, flamenquín… aunque es cierto que la mayoría de los días cenaba muy saludable (tortilla francesa, ensalada variada, revueltos de verdura…).
Cambio de composición corporal. En 18 meses bajé 12 kg (12 cm de cintura y 15 cm de cadera). Quizá en otra ocasión esto hubiera sido lo más importante pero os aseguro que experimenté tantos cambios en mí que el físico fue el menos importante.
– Superar obstáculos.
– Me sentía con más energía, más ágil, más activa, más fuerte.
– Me resfriaba menos.
– Comencé a evitar los espejos cuando iba por la calle.
– Me demostré a mí misma que podía hacerlo y esto me ayudó a aumentar la confianza en mí y la autoestima en todos los ámbitos de mi vida (incluido el profesional)
Os lo puedo resumir en una sola palabra: CONSTANCIA
Era una época de cambios, llevaba 5 años fuera de casa y tras terminar los estudios tocaba volver, además comenzaba a buscar trabajo, sin saber muy bien cómo iba a ser mi futuro, así que verdaderamente el deporte fue mi vía de escape.
1. Olvidarme del peso.
En ese momento el peso era un objetivo secundario, al que nunca di importancia.
2. Diseñar mi plan de acción.
Tras plantearme mi objetivo a cumplir, pensé todos los actos que podían ayudarme a cumplirlo y los desgrané en mini-retos.
3. Retarme con pequeños pasos.
Las metas grandes nos parecen inalcanzables, por ello cada semana me planteaba mini-retos:
a. Mejorar las cenas.
b. Comer más despacio.
c. Mejorar los desayunos.
d. Incluir verdura en todas las comidas.
e. Salir todos los días a caminar.
f. Ir 3 días semanales al entrenamiento personal.
A medida que los iba cumpliendo los tachaba en mi hoja de “Plan de Acción” y cada vez me sentía más liberada y orgullosa.
Descarga tu hoja de Plan de acción4. Disfrutar del camino.
Comencé a valorar cada pequeño paso que iba avanzando.
La cocina se convirtió en uno de mis principales hobbies y cada día descubría nuevas recetas, rápidas y saludables, que me hacían disfrutar con la comida.
El deporte era mi liberación, cada día el entrenador me retaba con nuevos ejercicios y sentía que era capaz de dar mucho más de mí, lo que hacía aumentar la confianza en mí misma; además me ayudó en otros ámbitos como en la mejora del sueño y del rendimiento cognitivo en el trabajo.
La alimentación es cultura, es un hábito que adquirimos desde que nacemos, por ello plantearnos un cambio alimentario para toda la vida no es nada fácil, nos agobia, nos da miedo.
Pero os aseguro que cualquiera con un poco de perseverancia y constancia puede conseguirlo.
En el siguiente post te daré las herramientas que me ayudaron y que siguen ayudando a mis pacientes en consulta.
Dedícate unos minutos y escribe todo lo que pase por tu cabeza, ahí tienes la respuesta y los motivos para ayudarte a conseguirlo.